Notas sobre el periódico la Verdad Autógrafa de Plácido Casaús.
octubre 18, 2015 § 2 comentarios
DE LA IMAGEN DEL PODER AL PODER DE LAS IMAGENES.
No fueron precisamente campanas doblando a muerto -circunspección improbable en una ciudad controlada por un ejército extranjero- sino el estrépito de un “bomba-pú” dudosamente laudatorio, el que anunció la muerte de Francisco Solano López en la mañana asuncena del sábado 5 de marzo de 1870[1]; Alboroto que también se anticipó en cuatro días a la correspondiente Proclama del Gobierno Provisorio sobre lo ocurrido poco antes en Cerro Corá.
La difusión de esa proclama por el entonces flamante periodismo independiente[2], sugeriría que aun en esa oportunidad -en gran medida- se reiteró aquello que la palabra y la imagen impresas habían estado haciendo desde su aparición en nuestra geografía cultural en el siglo XVIII: Representar al Poder en papel y tinta[3]. En su Proclama, el Triunvirato auguraba a sus conciudadanos (sobrevivientes) que:
“La libertad y la más cumplida fraternidad presidirán en adelante nuestros pasos en la vida pública (…) el libre ejercicio de nuestros derechos políticos (…) nos elevará a la altura (…) de los demás pueblos civilizados del mundo (…) El trabajo nos dará bien pronto riquezas fáciles de obtener (en esta) tierra favorecida cual ninguna por el creador (…) la protección al Comercio, (a) todo género de industrias, (y) el fomento a la inmigración (…) nos permitirá (n) ponernos en breve al nivel de los demás pueblos civilizados de América. Pronto llegará el momento en que por la elección libre (…) nos demos una constitución (y) el Gobierno Provisorio entonces cumplirá estrictamente su deber de garantir el libre ejercicio de la elección, deponiendo después en vuestras manos el mandato con que lo honrasteis en momentos solemnes (…)”[4]
- La República de(l) Papel.
Pero resultó más fácil decirlo que hacerlo: Aquellos plausibles augurios, de allí en más en forzada (y costosa) sincronía con el zeitgeist regional, resultaron de problemática concreción en años posteriores.
En el campo político, desacuerdos entre fracciones liberales y conservadoras[5] suscitados ya antes de la Convención Constituyente, motivaron que nuestra primera Constitución[6] -curiosamente- fuera honrada con un golpe de estado a menos de un año de su entrada en vigencia; Práctica ésta que –obviando interregnos no muy extensos- se haría casi rutinaria en las siguientes siete décadas. Por otra parte– salvo alianzas políticas más o menos oportunistas y/o coyunturales- la baja cohesión de las elites locales en términos de acordar proyectos políticos nacionales sustentables, acentuó los ya notorios contrastes pre-existentes en la cartografía social [7].
Económicamente, a la devastación demográfica e infraestructural ocasionada por la guerra le sucedería una lenta y asimétrica re-inserción del país en la economía regional y mundial. En la primera, a causa de los efectos negativos del conflicto sobre el denominado regionalismo económico del Alto Plata [8]. En la segunda, por las (des) ventajas comparativas de la oferta local frente a la demanda metropolitana de insumos para sus industrias en expansión; Demanda que estuvo en la base del orden económico internacional –no siempre equitativo o en todo caso unilateralmente diseñado- que el capital central estableció como modalidad preferencial de relacionamiento con las ex -colonias españolas desde la segunda mitad del siglo XIX [9] .
Lo anterior no implica obviar las transformaciones que efectivamente se produjeron, como fue el marco jurídico establecido en 1870, que supuso avances sustantivos; al menos nominalmente (lo que aun así no habría de ser poco).
Pero la sostenida divergencia entre la estructura normativa y las modalidades y condiciones objetivas de su implementación (en breve: entre la republica del papel y la republica real) indicarían una significativa continuidad inercial, en el proyecto Constitucional de la pos-guerra, del “Viejo Paraguay” característico de la Primera Republica[10].
1.1. La Pluma y el Rémington.
Infortunios aparte, la situación tampoco habría de ser tan sombría. Al menos, atendiendo a que quince años después de aquella optimista Proclama de difícil consumación (y casi coincidente con la consolidación económica de lo que posteriormente se denominaría la Primera Pax Colorada[11]) todavía sobraban ganas para iniciativas periodísticas no menos optimistas. En su primer número del 15 de Marzo de 1885 una publicación respondía a la pregunta retórica que formulara sobre su línea editorial:
“¿Cuáles son nuestros propósitos?, nos preguntará el curioso lector, hoy, día de nuestro nacimiento. Nuestros propósitos, le contestaremos ingenuamente (…) son los de trabajar honradamente para ganar el cotidiano alimento con nuestra profesión de litógrafo (…) La Verdad Autográfica[12] no dependerá jamás de ningún círculo político, ni hará profesión de fe de ninguna doctrina. Todo cabrá en ella. El fraile puede escribir sus letanías y aleluyas, el financista sus cálculos y números, el músico sus composiciones, el dibujante sus caras, carátulas y caricaturas, el amante sus (desdichas) amorosas a su dama (…) ¿Qué más?… Hasta El Orden puede en “La Verdad Autográfica” manejar su tizona, El Heraldo su cimitarra y La Democracia su rémington oposicionista. Todo, todo absolutamente cabrá en este semanario: política, leyes, religión, censuras y alabanzas, músicas, y dibujos, y, en suma, toda suerte de caprichos, excepción hecha de la mentira manifiesta, de la grosera injuria y de la vil calumnia, que sin herir mata, según expresión de Ovidio” [13]
A cargo del ciudadano español Placido Casaús, su “Director y Propietario”, La Verdad Autógrafa habría de ser algo más que una de las aproximadamente veinticinco[14] publicaciones periódicas aparecidas (y desaparecidas, en su mayoría ) entre esa fecha y el inicio del periodismo independiente en el Paraguay; Considerando que en el mismo número citado se propuso un (entonces) novedoso tipo de relación[15] entre el semanario y su futuro público:
“(…) para generalizar el uso de la autografía en Paraguay (…) tenemos en nuestra Litografía del Comercio abundantes piedras litográficas, plumas, tinta y papel autográfico, que gratuitamente ponemos a disposición de todos los paraguayos y extranjeros que deseen manifestar sus pensamientos, sin previa censura, al público, en cualquiera forma que sea y bajo su exclusiva responsabilidad. Esperamos, pues, que el publico, conociendo nuestros nobilísimos propósitos, se apresurará a suscribirse a nuestro semanario, y a llenarlo de autógrafos, medio seguro y único de darle prolongada y prospera existencia. Los habitantes de la campaña que deseen ver publicados sus escritos pueden dirigirlos a la Litografía del Comercio, y a nombre del director de La Verdad Autográfica, los cuales serán publicados si los autores son personas de reconocida responsabilidad. Y con lo dicho basta y sobra. Si este semanario está bien redactado, los elogios recaerán sobre el público redactor, y si, por el contrario, mal, con sentimiento nos tendremos que lavar las manos como Pilatos, sin ser culpable de que se manche el papel”[16].
Desde 1885 -y hasta su fallecimiento en Asunción en 1895- Casaús publicó La Verdad Autógrafa, El Látigo (en 1885; clausurado y re-abierto luego como El Látigo Inmortal); El Centinela (1893) y El Rayo[17]. A lo largo de aquella accidentada década Casaús se habría mantenido fiel a sus “propósitos” del 85; Al menos tanto como sería posible hacerlo en un tiempo en que la prensa estuvo sujeta a la dura y pura violencia directa o a las indirectas y muchas veces concurrentes presiones (y seducciones) del Estado, los intereses extranjeros, las fracciones políticas y los poderes fácticos.
1.2. Interés.
Señalamos preliminarmente[18] el interés que reviste La Verdad Autógrafa, ya que al margen de sus peculiaridades relativas al uso de la técnica autográfica y su relación con el público, este periódico contribuyó a re-instalar en el medio la imagen gráfica satírica, ausente por más de tres lustros luego del hiato ocasionado por la Guerra del 70.
Ligado a lo anterior, este semanario –según se expondrá más adelante- no sólo se articularía con la mencionada tradición gráfica previa sino que constituiría un precedente de experiencias posteriores; Las del propio Casaús, y también de otras realizadas por gráficos ya formados en el país. Y –en general- La Verdad Autógrafa puede tenerse como una importante referencia documental, ya que expresa desde la imagen –en el contexto de una incipiente ciudadanía entonces emergente- valores, conflictos y preocupaciones presentes en la cultura paraguaya del último cuarto de siglo XIX.
El periódico La Verdad Autógrafa tiene la particularidad de haber sido realizado (previamente a su impresión litográfica) íntegramente de manera manual. Es decir que la información visual se basaba en ilustraciones de varios orígenes: internos del medio y/o externos del público que enviaba sus colaboraciones; y la información textual –en gran parte también colaboraciones- fue caligráfica, a excepción de ciertos clichés publicitarios. A más de ser director y propietario de esta publicación, Plácido Casaús también realizaba la labor periodística y de ilustración. Como administrador del medio figura Luís Couland.
En la Biblioteca Nacional –según consigna en la ficha sobre este periódico- se encuentran 20 ejemplares de la Verdad Autógrafa del año 1885, que van del N.1 (15 de marzo), al número 21, del 2 de agosto del mismo año (Falta el del 7 de junio). También forman parte de esta colección dos páginas sueltas denominadas “Sección de Anuncios”. Una corresponde a la publicación del 12 de abril y la otra no tiene fecha.
El propio Casaús anuncia el “deceso” de este periódico en el primer numero de El Centinela (su siguiente publicación), en el primer número de éste, del 9 de agosto de 1885; señalando allí la acreditación automática del monto de las suscripciones de la anterior Verdad Autógrafa a la nueva publicación; Así la existencia de este medio se extendería por seis meses.
- Las Publicaciones Ilustradas.
En la Asunción de 1869 –y aun antes[19]– hubo noticia de la circulación de publicaciones ilustradas extranjeras. Por ejemplo, en octubre 2 de 1869, el señor Juan P. Lalaume, avisaba que en la
“Librería Lucien –calle Libertad 8, Asunción, de C.M. Joly- los que deseen suscribirse al ‘Correo de Ultramar’[20] (…) es necesario (lo hagan) en todo este mes para recibir la primera entrega el 1º
de este año nuevo, (y que) Las suscripciones se pagan por adelantado”[21]
Estos medios ilustrados que se generalizan en Europa hacia la cuarta década del siglo XIX representaron una ampliación especializada de la oferta de los periódicos en el contexto de la entonces emergente industria editorial. De entre otros factores, concurrieron a su difusión –a la de la hoja impresa en general- crecientes tasas de alfabetización resultantes de las correspondienes políticas públicas[22]– e innovaciones de orden técnico, como la litografía[23] (que incluye a la citada autografía), que al eliminar la tradicional distinción entre el dibujante/“artista” (fecit) y el grabador/ “artesano” (sculpsit) redujo el tiempo de reproducción de las imágenes, y consiguientemente, el intervalo que mediaba entre el evento; su reformulación en noticia y su representación /difusión visual: En beneficio de una mayor actualidad de la información y sentando así precedentes de la condición verbo-icónica característica del actual discurso noticioso en prensa (hoy predominantemente fotoperiodístico).
3.1. Palabra vs. Imagen.
Las imágenes (y las caricaturas en particular) en estas publicaciones se nutrieron de antecedentes formal y temporalmente muy variados y remotos -algunos incluso medievales y renacentistas[24]– y de allí en más –factor de la mayor importancia- entraron a “disputar la hegemonía que tradicionalmente había detentado la palabra impresa”.
Al promediar el siglo XIX existía ya un corpus considerable de ilustraciones y un oficio y colectividad caracterizada de ilustradores de periódicos; No obstante, la novedad no radicaría solamente en las características intrínsecas de la imagen gráfica en sí misma; También (o por sobre todo) la innovación estuvo dada por la modalidad masiva de producción y consumo de estos bienes culturales. Lo que no impidió que dentro de esta naturaleza esencialmente masiva se diera una suerte de “fragmentación de mercado”, ya que contenido y precios distintos de venta condicionaban -también diferencialmente- que determinadas publicaciones fueran (preferencialmente) destinadas a estamentos burgueses, en cierto modo más “calificados” [25]; En tanto que otras se destinarían a sectores más populares; por cierto, estos últimos el principal público-objetivo de las publicaciones satíricas.
Versiones regionales de ambas tipologías de medio ilustrado circulan ya en el Río de la Plata durante la primera mitad del siglo XIX. (de entre otras: La Ilustración Argentina, desde 1853; O El Mosquito –satírico- desde 1863). En esta perspectiva, La Verdad Autógrafa supuso un original (y no poco ingenuo) intento de conciliar dos sub-géneros de publicación ilustrada (satíricos e instructivos) desde imágenes y textos de distinto carácter y factura.
3.2. Funciones.
Según han señalado diversos estudios de mayor aliento sobre este tema, en un nivel de apreciación general (que incluiría a publicaciones periódicas ilustradas o no) pueden identificarse dos “funciones” recurrentes en estos medios: Instrucción y Contraloría Ciudadana; En gran medida derivadas del pensamiento liberal de sucesiva filiación romántica y positivista, que durante el siglo XIX consolidó los Estados Nación y los imaginarios ciudadanos en la región, los locales incluidos [26].
Consecuentemente, muchas publicaciones se orientarían a cubrir la Función Pedagógica (ilustración del ciudadano; sea doctrinaria/política o de carácter general) y la de Contraloría y co-Participación. Esto último ligado al ejercicio directo –Derecho de Expresión y Difusión de Ideas– o como extensión de derechos políticos conquistados por el individuo (u ocasionalmente como acción de denuncia frente a los abusos del poder público o privado)
Una considerable proporción del contenido de las publicaciones periodísticas del XIX -las locales incluidas- se encuadrarían en esta caracterización[27], lo que permitiría señalar dos ya señaladas condiciones sucesivas de los medios de prensa: Inicialmente como Periódicos de Doctrina o de Editorialismo Comprometido [28], para luego gradualmente desplazarse hacia el denominado Periodismo Informativo; en nuestro medio, bien entrado el siglo XX [29].
3.3. Referentes.
Desde este (provisional) contexto que proponemos, podemos identificar algunos referentes traídos por Casaús, empleados en La Verdad Autógrafa (y en otras posteriores, que no pueden dejar de mencionarse aquí, aunque sea brevemente). Volvamos a los “propósitos” del primer número del periódico:
“Todo cabrá (…). El fraile puede escribir sus letanías y aleluyas, (…) el elector sus propagandas electorales a favor de Meza, Escobar o el moro Muza”[30]
En la mención de este personaje podría indicarase más que un recurso retórico; Referiría también al “Periódico Artístico y Literario” del mismo nombre –de considerable repercusión- impreso en la Cuba española y difundido en América y España desde mediados del siglo XIX. De notable calidad gráfica, El Moro Muza propuso sátiras en artículos y caricaturas; Y -en la poco favorable opinión de El Universal, publicación con la cual polemizara- su director J.M. Villergas –: “tuvo siempre por oficio la poesía difamatoria, única a la que se presta su musa, inspirada por la hiel, la envidia y la exigüidad de su espíritu”[31].
Posteriormente, al dar a conocer el “decálogo” de El Látigo, Casaús re-afirma su vocación de crítica social y expone algunos referentes:
“…no vaya a creer nadie, que (El Látigo) nace de la nada, (sino como) un derivado positivo de La Verdad Autógrafa (QEPD). El Látigo es una existencia necesaria por el germen que lo revela, no es una especie adecuada a las costumbres sociales más o menos predominantes (…) se propone (…) apuntar el lado flaco del ridículo que se sobrepone sin mengua, a la realidad social; (…) Hacer que se perpetúe la producción filosófica de Juvenal, Cervantes y Larra [32]”
Cabría inferir de allí no poca sintonía de Casaús con aquel citado espíritu de época republicano y liberalizante, y más que alguna expresión en su labor periodística derivada de aquella sintonía; Considerando además que “en su España natal tomó parte activísima en la revolución que el famoso general Prim[33] iniciara en 1863 para derrocar a la reina Isabel II (y que) después de consumado el derrocamiento, en 1869, (…) cuando (…) se constituyó un nuevo régimen de gobierno, el señor Casaús ocupó el cargo de Vice-presidente de la provincia de Galicia, en compañía del presidente de la misma, Ramón García Costales”[34]
También es dado conjeturar alguna previa conexión de Casaús con la prensa antes de editar él mismo periódicos[35], sea como redactor o como ilustrador, ya que política y periodismo eran actividades usualmente afines en aquel tiempo; considerando también que “en 1874 formó parte del cuerpo docente en el instituto de la Coruña, desempeñando las clases de geometría, dibujo y gramática castellana”; Y –sobre todo- que en “1882 enseñó la litografía práctica en la Escuela de Artes y Oficios de Montevideo[36]”. Esto último sugeriría una cierta trayectoria de Casaús como ilustrador gráfico, que tuvo que ser conocida por la mencionada escuela a los efectos de efectivizar su contratación como docente.
Las referencias traídas de Europa por Casaús y que habrían influenciado a La Verdad Autógrafa, fueron amplias y –naturalmente- mediadas por las necesarias adaptaciones al medio local (o por in-adaptaciones dados sus frecuentes conflictos con el poder público).
A modo de breves comparaciones: Las portadas de la Verdad Autógrafa, de La Ilustración Española y Americana[37] (mas allá del “guiño” tipográfico) y de La Iberia. Paralelo también verificable en ciertas caricaturas aparecidas en La Verdad Autógrafa y otras empleadas en medios ilustrados en España. También cabe identificar otras alusiones a medios rioplatenses, por lo que las contrastaciones podrían extenderse asimismo a ilustraciones del posterior El Centinela en relación con las de Don Quijote y el mencionado El Mosquito; Estas últimas de casi improbable desconocimiento de Casaús, atendiendo a su previa residencia en el Uruguay y a la enseñanza de la litografía allí desarrollada.
3.4. Desplazamientos.
Al considerar sucintamente la orientación de posteriores emprendimientos editoriales de Casaús se nota -aunque el contenido de interés general no desaparece- que éste buscará expresarse desde una creciente acentuación del carácter político/satírico (hasta alcanzar niveles poco tolerables por el medio[38]) Las explicaciones a este desplazamiento permanecerían hipotéticas: Poca predisposición del público a participar [39]; Limitados recursos económicos disponibles; O quizás la propia política local, cuya notoria (y a menudo escandalosa) trasgresión de las normas jurídicas llevaría al editor a centrar sus intereses en cuestiones más básicas y urgentes.
No obstante –y en un orden algo menos hipotético- el interés de Casaús por mantener desde sus medios una suerte de cátedra de instrucción cívica (también de orientación popular dada la importancia que siempre dio a la imagen) habría sido un objetivo programáticamente sostenido en las publicaciones del polémico periodista:
“El señor Casaús ha sido el primero y único que ha sabido inculcar en la mente de las masas populares las ideas democráticas (…) colocándose al nivel de los lectores a quienes se afanaba en educar y despertar. Gracias a este sistema, el pueblo ha penetrado el espíritu de la constitución del estado, conociendo las obligaciones de los poderes públicos y los derechos del ciudadano (y) ha llegado a palpar la importancia de la vida democrática y amar la institución que rige al país;(…) el señor Casaús ha conseguido colocar al pueblo en condiciones de levantar la voz de protesta contra los abusos y arbitrariedades de los hombre públicos, cosa desconocida en el país antes que ahora” [40]
3.5. Los Temas y su Transcripción a Imágenes.
La prensa paraguaya del último tercio del siglo XIX puede (también) entenderse , se dijo, como uno de los principales vehículos de difusión de los preceptos emancipadores que el modelo liberal vigente, hasta la tercera década del siglo XX buscó implementar en el país.
Este programa, considerado al nivel de su concreta sustantivación en el discurso periodístico, podría a su vez desglosarse en diversas macroestructuras semánticas (en tanto temas) que resultaron entonces recurrentes y no pocas veces complementarias : El Estado (su organización jurídica, sus protagonistas y acciones); La Ciudadanía (El Pueblo, Lo Popular); La Economía y La política (la vida pública en general, en tanto personalidades políticas, fracciones, intereses y debates); La Instrucción Ciudadana (sea la formal escolar u otras más amplias de carácter moral, cívico o científico); La Historia y la Tradición (la pasada guerra, su valoración; el pasado en general); Etc.
Ahora bien, el alcance de estos apuntes no permite respuestas sistemáticas y exhaustivas a preguntas que obligadamente surgirían de lo apuntado arriba. Por ejemplo: ¿Desde que lugares y en base a qué estrategias visuales propuso La Verdad Autógrafa la re-creación y/o “traducción icónica” de estos temas y valores en juego?; ¿Qué relación tendrían estas ilustraciones con otras de la prensa del mismo periodo?, etc.
Es factible sin embargo proponer algunas pistas, acompañando muy brevemente algunas de las ilustraciones contenidas en esta y otras publicaciones periodísticas de Casaús. Antes es necesario reiterar que a más de la factura caligráficamente diversa de los textos manuscritos litográficamente reproducidos semana a semana, esa misma participación del público (tratándose de imágenes), al tiempo que diluyó (¿o amplió?) la “autoralidad” del medio[41], confirió al mismo una (heterogénea) originalidad. La Verdad Autógrafa (ingenua y aun precaria en sus recursos) constituiría así una suerte de “collage” ciudadano, participativo; textual y visualmente muy variado, al cual la “puesta en página” de su director otorgó una particular coherencia.
Por otra parte, si ensayamos un parcial listado de sus estrategias visuales, el semanario –según sea el tema tratado- recurre alternativamente a alegorías (no poco circunspectas algunas)mayormente re-adaptaciones de la iconografía Republicana [42]; A representaciones de corte realistas (algunas de base fotográfica); O las deformaciones, exageraciones, substituciones y personificaciones; estrategias comunes al repertorio sintáctico de la caricatura y la sátira (Vg. la “animalización” como recurso frecuente)
3.7. Cruzamientos.
A modo de contrastación brevísima de lo arriba señalado, es posible recorrer –muy preliminarmente- algunos ítems recurrentes:
- “Civilización o Barbarie…”
La crítica a la práctica política (real) de los gobernantes; y -en un orden doctrinario; el carácter laico que el modelo liberal deseaba conferir al Estado, reverberan en las imágenes de La Verdad Autógrafa. Algunas de ellas proponen avances en términos relativos a la época (o hasta incluso cierto entusiasmo provocador, como la ilustración del artículo “Viva el Matrimonio Civil”); En tanto que otras adscriben a prejuicios de antigua data (reformulados en las influyentes versiones de Alberdi o Sarmiento) en lo que hace a caracterizar al elemento local (en este caso al gaucho) en tanto encarnación por antonomasia del “atraso y la barbarie”. En la ilustración “El gobierno y la Republica…” el primero se representa como gaucho mazorquero[43] (¿reposicionamiento liberal “ilustrado” de Rosas y López a la situación local entonces actual?); Caracterización que todavía se reiteraría en posteriores publicaciones, a pesar de la orientación popular que caracterizara la línea periodística de Casaús[44] (ilustración XX , “La mazorka en espía”, aparecida en El Centinela, en 1894).
- La Patria Económica.
La polémica venta de los bienes del Estado fue una de las medidas y de mayor influencia para la definición posterior del cuadro económico y socio-político durante la II Republica, y sus consecuencias se extenderían al presente siglo. Consumada por los gobiernos colorados del último cuarto del XIX (y según algunas opiniones, no siempre en sintonía con los intereses generales[45]) esta medida fue –paradójicamente- uno de los argumentos que el revisionismo histórico posteriormente emplearía en contra del modelo liberal.
En la publicación que nos ocupa, la valoración de estas disposiciones estatales resultó encontrada: Se la cuestiona textualmente; aunque el medio en cuanto tal, identificando su opinión con la de la propia República que aparece en la alegoría de la portada, le otorga un apoyo poco menos que editorial; al margen de los reparos menores que también manifiesta.
iii. La política: Estimulo y Obstáculo.
También dual resultó la valoración de la actividad política. Por una parte, fue uno de los temas centrales que nutrieron su repertorio temático; por otra, la publicación advirtió a menudo sobre los peligros de sus excesos para la sociedad y las empresas productivas del ciudadano [46].
Aun menos positivas –aunque con un inicial “beneficio de la duda”[47] – fueron muchas de las opiniones que sobre los poderes del Estado y sobre los políticos, se propusieran en textos y caricaturas. La invención de Chaburro, por ejemplo, materializa muchas de estas críticas. Este personaje tuvo distintas representaciones mas o menos bestiales y fue empleado para referirlo a diversos individuos y situaciones. Su debilidad, las “butifarras presupuestívoras” (prematuros antecedentes de los “zoquetes” de nuestra actual jerga política), permanentemente estimulaba a este personaje –ficcional, se entiende- y continuaron siendo su principal aliciente (el de la política en general), según reiterará en posteriores publicaciones.
A medida que se suceden las ediciones dominicales de la Verdad Autógrafa, las polémicas entre las distintas fracciones (o, muy frecuentemente entre políticos y sus intereses personales originados en la política) van paulatinamente subiendo de tono, hasta alcanzar niveles significativos y encuentran diversa materialización gráfica y caligráfica-textual.
Otras denuncias dieron pie a embrionarias representaciones del paisaje físico-cultural local; Tal el caso de la ingenua imagen que acompaña a un texto de reclamo contra la municipalidad de Luque, cuya –supuesta- negligencia institucional habría ocasionado el derrumbe de la torre de la iglesia.
- Didáctica.
En su condición de (ex) docente, Casaús trasladaría de las aulas a la tribuna periodística su vocación de “ inculcar en las mentes de las masas populares las ideas democráticas”.
La promoción de la instrucción publica (formal) que también estuvo a cargo de la Municipalidad durante los primeros gobiernos de la posguerra del 70, encontraría eco en las paginas del medio a su cargo; Ocasionalmente mediante la singular reproducción de trabajos alumnos del aula de dibujo de la institución municipal de enseñanza.
También estas funciones didácticas son expresadas –descontando las notas de divulgación científica- en trascripciones de relatos por entrega (folletines) de carácter mas o menos moralizante.
- Miradas Retrospectivas: ¿La Edad de Oro? …
Mas o menos dentro de la tónica pedagógica de interés general arriba mencionada, pueden señalarse alegorías que expresaron las buenas relaciones que el Paraguay habría alcanzado con naciones que antes integraron la Triple Alianza. Y quizás también quepa en esa clasificación cierta cartografía incluida por Casaús en las paginas de su publicación; Alguna descomprometida y de uso práctico[48]; Otra, de temática histórica que constituiría (si bien tangencialmente) un temprano re-planteamiento de las posiciones locales de la prensa frente al conflicto de 1870, por entonces un tema no muy abordado, pero que en los últimos años del XIX e inicios del siglo XX se expresaría en importantes polémicas periodísticas.
En todo caso, la imagen citada no deja de ser sugerente, ya que propone una caracterización histórica concreta (al margen de la eufemística elipse clasicista a la que recurre), y una también concreta toma de posición sobre un polémico capítulo del pasado (entonces) reciente.
3.6. ¿Articulaciones?
Resumiendo lo dicho hasta aquí: Dada la particularidad de sus recursos gráficos y la relación que propuso con sus receptores, la Verdad Autógrafa contribuyó a la expresión visual de variados aspectos de la realidad paraguaya de diversas maneras; Mediante una inclusión incipiente del “color local” en los relatos; A través de la difusión (entonces de actualidad) de retratos de referentes políticos, literarios o científicos; O desde una embrionaria representación del paisaje urbano y su cotidianeidad.
No menos importante, las imágenes de Casaús – retrospectivamente consideradas- sugieren una articulación con la gráfica de la pre-guerra; y simultáneamente oficiarían de antecedentes a posteriores experiencias locales; De entre éstas, la de Tipos y Tipetes de Miguel Acevedo, por dar ejemplo no poco tributario, sin desmedro de la singularidad de la imagen del ilustrador misionero[49].
En lo que concierne a la crítica política y social que caracterizó a La Verdad Autógrafa y a otros medios dirigidos por Casaús, permanece como un hecho no del todo explicado la (relativa) tolerancia de aquellos regímenes fuertes. Según se señaló: “el legado más importante de la prensa de la era colorada fue la idea de que los periodistas debían ser libres, pero responsables (y que) Casasús (sic) demostró suficientemente que (dichos gobiernos) tenían una sorprendente capacidad para tolerar la crítica más violenta”[50].
Cabría explicar esta tolerancia desde un tácito (aunque inestable, ya que no siempre fue cumplido) pacto que habría existido entre el gobierno y el periodista (así, Casaús habría publicado muchas caricaturas con previo conocimiento de los propios funcionarios afectados[51]). O quizás –más pragmáticamente- atendiendo a que el alcance efectivo de la prensa en el Paraguay de entonces atenuaría su peligrosidad real[52].
Como sea que haya sido: A siglo y cuarto de la aparición de La Verdad Autógrafa –aunque preliminar, como es éste – un balance de su contribución a la ilustración gráfica y al periodismo no podría resultar sino positivo. Saldo a favor que induciría a sospechar que no constituye un fatal axioma que –invariablemente- tengamos los gobiernos que nos merecemos y la prensa que no nos merecemos_____
JR, 2010
[1] “A la las seis (del sábado 5) recibimos la noticia de la muerte del tirano, y a las 7 los cohetes ya anunciaban nuestro boletín…” La Regeneración, n. 64, 9 de marzo de 1870. El boletín mencionado – 4.000 hojas sueltas que ese medio repartió gratuitamente por la ciudad- podría entenderse como una suerte de edición extraordinaria, la primera de la prensa independiente.
[2] Cabe hacer coincidir el inicio del periodismo independiente en Paraguay con la aparición de La Regeneración en 1869 –aunque con mínimas observaciones-: Su director, el teniente coronel Juan Francisco Decoud (que había adquirido la imprenta que editaba el periódico, con el que colaboraban sus hijos) se desempeñaba también como “Gefe Político de la Asunción, Recoleta, Trinidad y Lambaré”, nombrado por el decreto del 20 de Agosto de 1869 del Gobierno Provisorio; sobre el cual –a su vez- ejercería una considerable influencia el ejército de ocupación.
[3] Desde los impresos afectados –justamente- a la “reducción” del indígena en las misiones jesuíticas, a las diversas publicaciones generadas desde y para los intereses del Estado, a partir de 1845; incluido el periodismo de propaganda –obviamente- gubernamental durante la Guerra de la Triple Alianza. Resultaría así notoria la ausencia de una tradición de pensamiento visual-gráfico ciudadano (hoy se diría: de la sociedad civil); Situación reforzada por la propia legislación vigente hasta 1870; dado que “Comet(ía) delito contra el Gefe Supremo de la República el que por un escrito, estampa o figura, deprime de algún modo, ó cualquiera forma, la persona, dignidad y prerrogativas del Gefe Supremo del Estado”; disposición extensiva “a los Soberanos, Gefes Supremos de las Naciones Estrangeras (…) o particulares” (“Decreto que establece el uso de la prensa”, Carlos Antonio López y José Falcón, 1 de agosto de 1855, reproducido en la edición facsimilar de Eco del Paraguay, I/ n.17, p.66, Fondec/Aeci, Asunción. Negritas agregadas)
[4] “Proclama Del Gobierno Provisorio de la Republica”, marzo 6, 1870; reproducida en La Regeneración, n. 64, marzo 9, 1870.
[5] Harris Gaylord Warren, Paraguay: Revoluciones y Finanzas, Servilibro, Asunción, 2008.
[6] Dado que la legislación vigente hasta esa fecha carecía de las condiciones jurídicas necesarias para acceder a tal denominación.
[7] Omitida la carencia de recursos humanos calificados –una constante desde la colonia que se hizo crónica en la inmediata posguerra-; intereses particularistas condujeron –por ejemplo- a los ruinosos préstamos de 1871 y 1872 y a la inadecuada enajenación de la propiedad inmueble estatal –sobre todo a partir de década del 80-; Con lo que –en el primer caso- se comprometió el crédito externo del país hasta bien entrado el siglo XX, y –en el segundo- se generó una modalidad de tenencia de la propiedad cuyas consecuencias negativas se extenderían hasta el presente; Según exponen –de entre otros- Teodosio González, Infortunios del Paraguay, El Lector, Asunción, 1997; Carlos Pastore, La lucha por la Tierra en Paraguay, Antequera, Montevideo, 1972; Harris Gaylord Warren, op. cit. y Paraguay y la Triple Alianza, La Década de Posguerra 1869-1878, Intercontinental, Asunción, 2009. (en esta obra, y en la recopilación Paraguay, Revoluciones y Finanzas, el mismo historiador propone reflexiones del mayor interés sobre la prensa del la segunda mitad del XIX)
[8] Según señala Thomas Wigham: Confinada por la geografía, en gran medida autosuficiente e históricamente dependiente de su salida al mar por Buenos Aires, la economía del Alto Plata, que incluyó al Paraguay y partes de la Argentina y el Brasil, tuvo sin embargo momentos de desarrollo relativo ligados a coyunturas del mercado ultramarino y de Buenos Aires, y –de mayor peso- a circunstancias políticas de los países integrantes. Para el Paraguay, el periodo de expansión iniciado con la caída de Rosas se interrumpirá con la guerra. Este autor concluye sus consideraciones observando que hacia finales del XIX, “(…) las masivas transferencias de capital y tecnología transformaron (ese) comercio regional, vinculándolo con aun mas con el mercado porteño y logrando grandes beneficios en el progreso”. Desde sus señalamientos sugerimos nosotros (exploratoriamente) que la participación del Paraguay en esa reactivación -aunque continuó caracterizando su economía hasta que se abriera un “segundo frente” con el Brasil, desde 1940- habría sido estructuralmente descompensada y comparativamente muy modesta; Por razones económicas y geográficas perfectamente objetivas, pero también debido a malas decisiones internas que favorecieron intereses externos ( en Lo que el río se llevó. Estado y comercio en Paraguay y Corrientes 1776-1870, CEAUDUC, Asunción, 2009)
[9] Colateralmente, la inmigración europea, un factor clave en aquel proyecto socioeconómico reflejaría tasas muy modestas en el Paraguay. A modo de estimación comparativa: Entre 1881 y 1902 se radican en Paraguay unos 8.000 inmigrantes; En un intervalo no mucho mayor (1870-1904) en la Argentina más de dos millones (según datos –respectivamente- de Ramón Gutiérrez, transcriptos del Censo Nacional correspondiente, en Evolución urbanística y arquitectónica del Paraguay, 1537-1911; y del INDEC, Argentina, Censos Nacionales de Población)
[10] Verificable en el empleo más o menos sistemático de la violencia como herramienta política –como frecuentemente denuncia la prensa de época-: O en el propio nivel de los liderazgos; Hasta la aparición de la llamada Generación del 900, una considerable proporción de la clase dirigente estuvo ligada al Ancienne Regime (Bernardino Caballero, Patricio Escobar, Gregorio Benítez, Cándido Bareiro, Juan Crisóstomo Centurión, de entre otros)
[11] A partir de 1874 los referentes del posterior Partido Colorado gradualmente obtienen el control político, que conservarán hasta 1904. Fundados en 1887, los dos partidos sin embargo estuvieron previamente caracterizados. La mencionada venta de los bienes inmuebles del Estado, con antecedentes en la anterior década, se hace masiva en los 80s; y al margen de sus efectos posteriores produjo una relativa reactivación económica.
[12] No deja de resultar curioso: La publicación nace con dos denominaciones: “La Verdad Autógrafa” de su carátula y “La Verdad Autográfica” según el texto editorial que se incluye en dicha portada.
[13] LVA, n.1, domingo 15 de marzo de 1985. Subrayado en el original.
[14] Warren señala mas de 69 publicación aparecidas entre 1878 y 1904. Este listado puede ampliarse desde el recuento realizado por Francisco Martínez Barahona en 1919; que incluye ademas publicaciones del interior. Martínez también habría escrito una “Bibliografía de las publicaciones periódicas en Paraguay (…) de más de 300 paginas in folio”; que a la fecha permanece inédita; en Francisco Martínez Barahona, Reseña Histórica del Periodismo Paraguayo e 1841-1919 (originalmente publicado en La Tribuna), Juan Crichigno, recopilador, Asunción, 2008.
[15] Los periódicos de la época propusieron diversas formas de participación y/o inclusión del público y otros medios: Escritos de opinión, solicitadas, colaboraciones literarias; transcripciones de otras publicaciones, etc.; y desde la interconexión con la red Argentina hacia 1884, información más actualizada del exterior suministrada por el telégrafo. Pero la novedad en este caso –junto a la caligráfica- radicó en que las colaboraciones externas fueron literalmente incorporadas a través de la autografía. Considerada como la más popular de las técnicas litográficas, en ella el dibujo no se realiza directamente sobre la piedra, sino sobre un papel especial (autográfico), cuyo contenido luego se fija a la piedra. Esto permite –ocasionalmente- transferir a la matriz diseños de personas sin conocimientos técnicos, ya que las operaciones de terminación (la fijación con ácido, y la impresión propiamente dicha) se ejecutan luego en el taller litográfico.
[16] LVA, n.1, cit.
[17] Del que no existen ejemplares en la Biblioteca Nacional. Según Warren, cit, p.111, “el 2 de agosto de 1896 El Rayo, un avatar del Látigo, comenzó su corta carrera de paladín del pueblo”; Aunque debió tratarse de una publicación a cargo de sus descendientes, ya que El Centinela (Año II, n. 122, Octubre 29,1895) anuncia en primera plana el fallecimiento de Casaús ocurrido en esos días. Por la misma razón, tampoco pudo Casaús haber sostenido El Centinela hasta 1905, como señala también el historiador citado.
[18] Ya que estas notas se inscriben en un proyecto en curso mas amplio: la imagen grafica en publicaciones periódicas en Paraguay, entre 1869 y 1956.
[19] Los vínculos entre periódicos locales y publicaciones extranjeras en la pre-guerra del 70 –de entre otras cuestiones- son abordados por Aníbal Orue Pozzo en Periodismo en Paraguay, Estudio e Interpretaciones, Arandura, Asunción, 2007. Por otra parte, Beatriz González de Bosio menciona otras publicaciones ilustradas que pudieron circular en esos años en nuestro medio, en Periodismo Escrito Paraguayo, 1845-2001, de la afición a la profesión, Cepuc/ Intercontinental, Asunción, 2001.
[20] “El Correo de Ultramar publicado en París entre 1842 y 1886 es un periódico destinado a un público culto en Latinoamérica. (…) Y ofrece un contenido científico de buen nivel, marcado por los modelos de la prensa española de vulgarización que a pesar de afirmar su apoliticismo difunde una visión del mundo que conlleva una ideología de índole progresista.(…) El Correo (incluye) varios artículos y grabados (lo que ) revela la creación de un espacio cultural compartido entre los lectores de las grandes revistas ilustradas en Europa e incluso en Latinoamérica, que se impregnan de grabados similares o idénticos, (y) se apropian de un modo de representar al mundo que todavía no ha sido estudiado de manera pormenorizada pero que conlleva hipótesis interesantes sobre la formación de una cultura de la imagen”. Catherine Sablonniere: “El Correo de Ultramar (1842-1886) y la ciencia: entre la labor educativa y la propaganda política”, Textos Sorbonne, en http://historiadoresdelaprensa.com.mx.
[21] La Regeneración, n.2, octubre 9, 1869. En su n.65, el mismo medio describe a sus lectores imágenes de The Grafic de Londres; Las menciones a publicaciones ilustradas extranjeras son frecuentes en la prensa de esa época.
[22] Si bien, -paradójicamente- la tasa de alfabetización no constituiría una variable definitoria de la demanda a ser cubierta por la industria editorial, periódicos incluidos. Más importante resultaría el volumen absoluto de la población, que constituía (o no) una masa crítica consumidora considerable, aun que la alfabetización no fuese alta; Según propone Sergio Pastomerlo: “1880-1899, El Surgimiento de un mercado editorial”, en Editores y Políticas Editoriales en Argentina, José Luís Diego, director, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2006. En el caso local, permanece pendiente tanto la consideración cuantitativa (alfabetización, tiradas) como la cualitativa (lectores diferenciales) de las publicaciones periódicas (ver nota 57)
[23] Hasta la introducción de la litografía a finales del XVIII, la producción de un grabado estaba usualmente compartimentada: el diseño era realizado por un artista, mientras que la transferencia del dibujo a la matriz (de metal o madera) quedaba en manos de un grabador. Esta técnica, al permitir al artista dibujar directamente sobre la piedra-matriz con un lápiz graso, a mas de ser mas rápida, suprimió en gran medida la división anterior.
[24] Descontados los precedentes de la antigüedad y si bien no los únicos, los estudios fisonómicos de Leonardo Da Vinci constituirían referentes influyentes del posterior género de la caricatura. Por otra parte, refiriéndose a las transcripciones gráficas de los cuadros de William Hogart (1697-1764), artista inglés que popularizaría la función “moralizante” de la ilustración, Ernst Gombrich señala que sus grabados: “parecerían una suerte de representación (…) en la que todos los personajes tuvieran señalado su papel (…) que el mismo (artista) comparó con el arte del dramaturgo y del director de escena. Cada una de sus secuencias gráficas puede ser leída como una narración, o mejor, como un sermón (…pero) esta modalidad de su arte tal vez no fue tan nueva como creyó, pues (…) todo el arte de la Edad Media utilizó las imágenes como enseñanza y esta tradición del sermón gráfico sobrevivió en el arte popular hasta la época de Hogart. Toscos grabados de madera se vendían en las ferias (…) y los copleros vendían folletos con relatos de la misma índole”, en Historia del Arte, Alianza, Madrid, 1988. p. 388 y ss.
[25] En Asunción, por ejemplo, se promocionaba el citado Correo de Ultramar, por su condición de “periódico de las novedades elegantes destinado a las Señoras y Señoritas”
[26] Sablonniere, cit. y Raúl Amaral, El Novecentismo Paraguayo, Servilibro, Asunción, 2006. Lo que también podría entenderse como un retorno actualizado -avanzado ya el XIX- a los originarios preceptos Iluministas del XVIII (Emancipación, Progreso, etc.) que promovieron la independencia a inicios del XIX. Aspectos de la recolocación de estas ideas por los intelectuales de la pos-guerra del 70 son analizados por Lorenzo Livieres en “Cecilio Báez”, revista Crítica, año XVI, n. 22, Asunción, 2006.
[27] En general, ya que existieron otras publicaciones temáticamente especializadas.
[28] Dado el carácter social/discursivo de la noticia, antes que una re-elaboración objetiva de “hechos” externos a sus condiciones de producción (fuentes, estructura empresarial-económica, etc.), nunca han dejado de convivir, aun en el estado presente del Campo Periodístico, los componentes “doctrinarios” (ideológicos) y los “factuales-objetivos”- ligados a la secuencia evento/noticia/artículo periodístico. Dado que nuestro interés –y competencias- se limitan al análisis de las imágenes, aquí adscribimos preliminarmente -sin entrar en detalles- a la naturaleza construida (esto es: ni “objetiva” ni “imparcial”) del discurso periodístico; abordaje que propone el Análisis del Discurso aplicado a los medios informativos (según señalan -por ejemplo- Miguel Alonso en La Construcción Social de la Noticia, Paidos, Barcelona, 1989; o Teum Van Dijk en La Noticia como Discurso. Comprensión, Estructura y Producción de la Información, Paidos, Barcelona, 1990)
[29] Esta profesionalización tardía de la prensa local se considera en González de Bosio, op. cit.
[30] La Verdad Autógrafa, cit (negritas agregadas)
[31] El Moro Musa, Habana, Cuba, época VII, N. 43, año 11, Julio 24 de 1870. A modo de anécdota y/o sugestiva coincidencia: En el número citado el Moro Musa imprimiría una de las últimas caricaturas de otro referente (político) de Casaús, el general Prim, muerto en Madrid cinco meses más tarde.
[32] El centinela, Año 1, n.1 (negritas agregadas). Mariano José de Larra (1809-1837) periodista y exponente del romanticismo literario español, desde la publicación de El Pobrecito Hablador en 1832, contribuye a perfilar la crítica social de costumbres frecuente en posteriores publicaciones de su país. Las influencias de Larra en La Verdad Autógrafa –ya señaladas en otro lugar por el dr. Diego Bertolucci- podrían verse en ciertas similitudes –salvando las diferencias culturales y temporales- entre similares “incomprensiones” del medio; El de Larra en España (que se insinúa fue lo que lo llevó al suicidio) y el que habría encontrado aquí Casaús. Por ejemplo, en el n.3 de El Pobrecito Hablador escribe Larra: “Yo pobrecito de mí, yo Bachiller, yo batueco, y natural por consiguiente de este inculto país, cuya rusticidad pasa por proverbio de boca en boca, de región en región, yo hablador, y careciendo de toda persona dotada de chispa de razón con quien poder dilucidar y ventilar las cuestiones que a mi embotado entendimiento se le ofrecen y le embarazan…”, etc.
[33] El Centinela, N. 122, cit. Juan Prim y Prats (1814-1870) militar y político español afecto al liberalismo, fue uno de los protagonistas principales de la sublevación de Cádiz desde la que se derrocó a Isabel II en 1868 y tuvo también participación militar en Africa y América. No se ubicaron otros datos sobre la relación de Casaús con Prim y con las posteriores fracciones del liberalismo español, la Unitaria (Castelar) y la Federal (Pi y Margall); Otras referencias podrían rastrearse desde la simpatía de Casaús por el entonces ya fallecido director de La Iberia, Pedro Calvo Asensio, a quien dedica una portada de La Verdad Autógrafa.
[34] Ibídem.
[35] Josefina Plá no descarta esa posibilidad en la prensa local, aunque sugiere que de haber sido así emplearía un seudónimo, en Los Españoles en la Cultura del Paraguay, Obras Completas (IV), ICI/ RP Ediciones, Asunción.
[36] Institución donde se formaron algunos gráficos y artistas paraguayos; en Centurión, Historia de la Cultura Paraguaya (II), Comuneros, Asunción, 1961. Casaús dedica sendas ilustraciones a personalidades uruguayas y a las relaciones entre el Uruguay y el Paraguay en La verdad Autógrafa.
[37] Trascribe incluso un articulo de este periódico en La Verdad Autógrafa.
[38] “finalmente, el 20 de septiembre de 1892, el jefe de policía de Asunción cerró El Látigo Inmortal”;en Warren, op. cit., p 111.
[39] O la escasa relevancia de su participación, según sugiere Pla, op. cit..
[40] El Centinela, cit.
[41] A través de este procedimiento Casaús reduciría los costos (al prescindir de tipógrafos) y quizás también tomaría ciertos recaudos, dada la ocasional peligrosidad del ejercicio del periodismo por aquellos años.
[42] Atendiendo a las tres principales “familias” iconográficas: La Clásica (“pagana”), la Religiosa y la Republicana. En otras publicaciones Casaús propondrá una curiosa adaptación de la iconografía Religiosa a temas laico-políticos (el empleo casi literal de Madonas barrocas, por ejemplo)
[43] Nombre dado a la policía política de Juan Manuel de Rosas (versión bonaerense del pyragué local), tomado de la espiga de maíz del emblema federalista. La etimología propuesta desde la literatura (v.g.: Alejandro Dumas, -“La Nueva Troya”-, José Mármol -“Amalia”), aunque menos exacta, resultó sin embargo más sugerente: “Más-Horca”.
[44] El Centinela, para trasmitir contenidos populares había empleado “para el efecto toda la sencillez posible en sus escritos, permitiendo muchas veces en su periódico composiciones en guaraní, dialecto del pueblo, en El Centinela, n.121, cit. (negritas agregadas)
[45]Según se mencionó antes, existiría consenso sobre la desprolijidad de ésta y otras disposiciones; a estar por los señalamientos mencionados de Rafael Barret, Teodosio González, Carlos Pastore, etc.
[46] “Sé honrado/ que la honradez muy buenas cosas consigue/ Trabajando tendrás oro/ (…) Menos política y mas empeño constituye un bienestar”. Décadas después persistía esta opinión, que entonces fue trasladaba a los efectos negativos de la política sobre la clase intelectual; en El Paraguay en Marcha, El País, Asunción, 1907.
[47] La portada de n.1 de La Verdad Autógrafa y otros artículos sucesivos estuvieron dedicados a difundir la imagen y biografía del general Bernardino Caballero; Valoración que en otras publicaciones de Casaús luego alteraría drásticamente. Orue Pozzo, op. cit. analiza esta presencia pública-medial de los referentes políticos en la perspectiva de la “Construcción del Héroe”.
[48] En el n. 12 ofrece un “Plano de la ciudad de Asunción”
[49] Se ha señalado una continuidad de la grafica de la pre y la pos Guerra el 70 en estas revistas realizadas a mano por Acevedo (Ticio Escobar, Una Interpretación de las artes visuales en el Paraguay, CCPA, Asunción, 1984). Creemos sin embargo que este nexo resulta más nítido en la imagen de Casaús: Atendiendo a razones de precedencia temporal, a ciertos rasgos formales compartidos, y al hecho de estar preferentemente la revista Tipos y Tipetes –al margen de su innegable valor- más relacionada a la unicidad de lo dibujístico que a la necesaria multiplicidad de lo gráfico.
[50] Warren, op. cit, p.119.
[51] Según señala González de Bosio, op. cit.
[52] El censo de 1886 señala 85% de analfabetismo en el Paraguay. En Gutiérrez, op.cit.
Gracias por compartir
hum si no fuera satirica su nombre más apropiado hubiera sido sin lugar a dudas La mentira (o la bola) Autógrafa!